Los partidos políticos son instrumentos para
transformar la sociedad. No son, pues, importantes por si mismos sino por el
objetivo que pretenden. La gente tiene sus ideas que, simplificando el conjunto
de ellas, llamamos ideología. Como cada uno en particular no tiene capacidad ni
de transformar ni de influir en casi nadie, se organiza o se adhiere a una
organización (partidos, sindicatos u otros) que intenta, desde el poder
conquistado en unas elecciones democráticas, transformar la sociedad en la
dirección de esas ideas que defiende.
Pero las ideas no son abstractas (idealismo) sino que
provienen y están en función de una realidad a transformar. Y esa realidad es
cambiante, por lo que las ideas transformadoras tienen que ser también
cambiantes. Por eso es tan importante la sinergia entre jóvenes y adultos
porque son dos formas distintas de mirar y percibir la realidad, compleja y
poliédrica siempre. En una sociedad como la española actual (primer mundo,
culta, viva), la realidad y la percepción social de esa realidad cambian muy
rápidamente. Tan es así que cualquier teoría que no integre el concepto de
cambio en su interior está condenada al fracaso.
En estos momentos, el PSOE está en caída libre. Y la
caída libre no se neutraliza con programas sino con credibilidad. La
credibilidad es fácil perderla y muy difícil conseguirla. ¿Cómo ha perdido el
PSOE la credibilidad? Pienso que, fundamentalmente, por dos razones: una
externa, la globalización neoliberal que nos rodea y que pone en crisis el
modelo de bienestar; y otra interna, su declarada sumisión a los poderes
económicos y su pertenencia a la vieja política. Recobrar la credibilidad es
harto difícil y nunca sin humildad y paciencia.
Una consecuencia de esa falta de credibilidad
socialista se llama PODEMOS. Porque la cuestión electoral no depende solo de
las ideologías de votados y votantes. También cuentan, aparte de la
credibilidad, las modas, tendencias, coyunturas y la mercadotecnia. El PSOE ya
ha renovado su cúpula nacional, que ha quedado rejuvenecida y desconocida. ¿Y
qué? El problema real (paro, pobreza, deterioro social) sigue ahí. Solo mejora
la macroeconomía (¿qué es eso?). La situación sigue igual y cada vez con menos
esperanza. Sigamos la argumentación: si es la gravedad de la situación la que
ha posibilitado el 15-M / PODEMOS, éste seguirá existiendo y progresando.
¿Hasta cuándo? Porque se trata de un partido sin organización, lo que hace
imposible su continuidad, tras el fogonazo de salida.
En estos momentos, la cuestión electoral no se
dilucida en los programas sino que se juega en los vaivenes electorales que
aparecen y desaparecen ante situaciones de desesperanza para un paciente que se
agarra al mínimo clavo ardiendo que lo mantenga vivo. Pero entre los votantes
de PODEMOS no solo hay algunos desahuciados, sino están también los ofendidos,
clase media y media-alta, que se han sentido agredidos por la crisis en su
confort existencial. Son gente que en su día votaba a partidos convencionales y
que su voto frustrado elige a los nuevos no contaminados. Como revulsivo podría
funcionar. ¿Llegará PODEMOS a ser el partido de la derecha “ilustrada”
española?
Los españoles, desde su profundo escepticismo e
incertidumbre, venden caro su voto. Ya no se fían de nadie. Piensan que todos
los han engañado. Todos menos los que aún no han gobernado. Ése y no otro es el
gran argumento de PODEMOS. Porque su programa es un listado de generalidades y
obviedades, recitadas como una lección recién aprendida, y una serie de
respuestas simplistas a problemas complejos. Eso sí, y mucha comunicación
política de nueva generación. La gente no vota a PODEMOS, vota contra una
política que está deteriorando gravemente su vida y sus expectativas. La
adecuación de un partido conservador como el PP a la crisis es fácil y hasta
cómoda. Su praxis de gobierno está en plena coherencia con su pensamiento. El
PSOE lo tiene muy difícil. La política redistributiva socialdemócrata necesita
una situación económica holgada, inexistente en la crisis. La competitividad
rápida y global que exigen los mercados va contra la línea de flotación
socialista. Es el momento de los populistas que nada tienen que corregir porque
no han gobernado y todo es futuro aunque sea sin argumentos consistentes. La
cultura (o incultura ) política hace el resto.
En una situación difícil, con visos de imposible, hay
que cambiar la perspectiva, partiendo del hecho de que las viejas palabras ya
no designan las nuevas realidades. Es momento para audaces con argumentos. El
PSOE debe seguir profundizando en su renovación, con paciencia, sin urgencias
ni presentismos, con argumentos, con estrategia de futuro. El PSOE es un
partido necesario, independientemente de quienes sean sus dirigentes.
Mariano
Berges, profesor de filosofía
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